Auto Agro Softball Club

Los que me conocen saben la afición que tengo por el béisbol. No recuerdo cuál fue el detonante que me impulsó a plantear la creación del equipo de softball de Auto Agro, pero definitivamente fue todo un éxito, quizá no en términos meramente de logros deportivos, pero si en el clima fraternal y de compañerismo que se consolidó en la empresa.

No hace mucho descubrí una carpeta donde conservo todas y cada una de las alineaciones de todos los partidos que jugamos mientras existió el equipo. Por fortuna participaron y se involucraron activamente miembros del personal de todos los niveles. Desde gerentes hasta obreros del taller se integraron en la actividad como se ve en las alineaciones que conservo.

En esta iniciativa fue decisivo el compromiso de Samuel Villegas (para entonces Gerente de Repuestos) y Gustavo Maury (quien luego lo sucedió en el cargo) quienes promovieron el planteamiento hasta la Directiva para así conseguir los uniformes y los implementos mínimos que requeríamos. También fue clave el entusiasmo de muchos otros, entre ellos William Blanco, Ramón Valles, Tomás Urrutia, José Antonio Castellanos, Jorge Padrón, Alejandro Sánchez y Julián Longa que conformaron un núcleo que mantuvo vivo al equipo desde 1988 y hasta 1991.

El primer roster del equipo estaba conformado 100% por personal de Auto Agro, pero más adelante, para compensar algunas ausencias, se permitió la incorporación de algunos invitados que fueron en principio familiares y conocidos de nosotros. Fue así como se unieron al equipo los hermanos de Gustavo – Miguel, Julio y más tarde Luis — quienes impulsaron mucho al equipo con sus sobresalientes habilidades para jugar pelota, pero también con su constancia y compromiso.

El primer juego que hicimos tuvo lugar el 15/04/1988 en un torneo que se organizaba en el YMCA de San Martín. Jugamos contra un equipo llamado “Parque Residencial San Juan” y terminó igualado a siete carreras. Quizá fue un presagio de lo que sería el record del equipo, ya que en 175 juegos realizados ganamos y perdimos la misma cantidad (84 partidos) y en siete oportunidades quedamos con el mismo marcador del rival de turno. ¡Más parejo imposible!

Cocodrilos Raquet Park

Luego de participar en un par de torneos del YMCA de San Martín, decidimos probar suerte en los campeonatos inter empresas organizados por Cocodrilos Raquet Park, al final de la Cota 905. El primer juego allí lo efectuamos el 25/10/1989 contra “Hotel Tamanaco” y recibimos una felpa de 10 x 0, pagando la novatada en la nueva sede. Luego el 28/10/1989 perdimos ante Telares Los Andes, esta vez 10 x 7.

Jugar en Cocodrilos era un sueño hecho realidad para muchos de nosotros porque para el momento era el campo de softball con las mejores instalaciones y calidad del terreno. Era como jugar en un campo de Grandes Ligas. Adicionalmente se jugaba simultáneamente en dos modalidades — acción y normal –, lo que permitía una mayor participación de los peloteros en roster. Los equipos rivales primero se enfrentaban en el juego llamado “Acción” que iniciaba a las 7:00 pm, para luego realizar el juego normal, es decir, cada noche se jugaban 14 innings en lugar de 7. En cada fecha se hacía doble juego. Normalmente finalizaban los juegos muy cerca de las 11:00 pm.

Los encuentros anteriormente mencionados en Cocodrilos fueron juegos preparativos para el torneo que inició en enero de 1990. Exactamente el jueves 25/01/1990 nos tocó nuestro primer compromiso oficial y para colmo de casualidades ambos juegos quedaron empatados (acción a 7 carreras y el normal a 8 rayitas). Nuestro rival ese día fue Seguros Caracas que siempre tuvo buen equipo, así que demostrábamos que teníamos madera para competir en este nuevo campeonato.

El nivel de juego era superior al que encontramos en el YMCA de San Martín y tuvimos que reforzarnos para tener más chance. Así llegó al equipo Clemente Zapata – familiar de Ramón Valles – y Franklin Gutiérrez, ambos muy buenos lanzadores, junto a su hermano José Gutiérrez — mejor conocido como “Toro” –, quienes nos acompañaron por mucho tiempo.

También se unieron al equipo dos grandes amigos de la infancia que ayudaron a consolidar el equipo — Julio Creazzolla y Alejandro Figueroa no faltaban a esas partidas — y también mi hermano Héctor Hugo que igualmente hizo suyo al equipo Auto Agro e incluso lo dirigió por un tiempo, dándome esa satisfacción de compartir con él muchos momentos en esta actividad.

Fueron famosas las rivalidades con equipos de otras empresas que participaban en Cocodrilos. Recuerdo en especial los juegos contra Cremerca, Banco Italo, Seguros Caracas, Tornibolt, Viasa, Alfonzo Rivas, Nabisco, Blancica y — el dueño de casa — el equipo Cocodrilos, con quienes en varias ocasiones hicimos juegos dramáticos y de mucha garra. En toda la vida del equipo logramos anotar 1231 carreras y permitimos 1185, esto promedia 7.03 y 6.77 por juego, respectivamente.

También realizamos varios juegos de intercambios amistosos con otras empresas e instituciones como el Caracas Sport Club, Diproauto en el campo de los Guayabitos, en La Boyera, en Sebucán y en el del Club Social de la Pepsi Cola en Guarenas. Hubo incluso un momento que jugamos simultáneamente el torneo de Cocodrilos y otro adicional en el campo de la Policía Militar. ¡La fiebre era grande!

Por supuesto, al llegar a la empresa al día siguiente de cada jornada deportiva, nos reuníamos a comentar lo ocurrido en los juegos mientras nos tomábamos un cafecito, previo a iniciar las labores del día. Como lo mencioné anteriormente esta actividad extra muros sirvió de mucho para crear un clima muy fraternal en Auto Agro. Y no solo estábamos involucrados los jugadores, sino que en muchas oportunidades asistían a los juegos parte del personal para apoyarnos desde las tribunas. Eso sin contar que en las inauguraciones siempre la madrina era alguna de las agraciadas chicas de la plantilla de la empresa.

El último juego del que tengo registro – el 175 – lo realizamos en Cocodrilos el 19/11/1991 contra SUODE quien nos dejó en terreno 4 x 3. No recuerdo la razón por la que no continuó el equipo, pero sin duda fue una buena época y disfrutamos mucho de todo lo bueno y lo malo que vivimos tratando de ganar en el terreno. Desde abril de 1988 a noviembre de 1991 hicimos 175 juegos – a razón de un juego semanal durante todo ese lapso – y escribimos esa pequeña historia, cuyos triunfos y fracasos eran comentario obligado en toda la compañía.

Afortunadamente quedaron algunas imágenes para la posteridad que evocan todo lo ocurrido dentro y fuera del terreno.

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