¿Votar con asco o botar con botas?

Entra Mayo y se eleva la adrenalina en el sistema circulatorio político de Venezuela. Luego de postergadas las elecciones de abril a mayo, va llegando el momento de transitar por el simulacro de votación que organiza el deseoso partido único el domingo 20 del mes de las flores. Como muchas otras veces el régimen nuevamente ha instalado el dilema en el ambiente político y especialmente en el seno de la oposición: ¿Votar o no votar?

Ya en otras ocasiones con la infinita capacidad para dividir e intrigar que posee la delincuencia gobernante, la oposición queda perpleja ante la encrucijada de apoyar a lo que parece una celada o retirarse del juego y ver – desde la tribuna – cómo el pranato con base de operaciones en Miraflores reelige su mandato una vez más y se proyecta hacia su tercera década en el poder.

Como oposición hemos adoptado ambas posiciones en oportunidades anteriores y con la evidencia contundente de los resultados, el éxito no es algo de lo que podemos presumir. En el 2005 ante lo que eran abusos muy claros de parte del ministerio electoral, nos retiramos de las elecciones y el carmesí inundó el hemiciclo en uno de los momentos que llegaría a convertirse en un hito orgásmico para la hegemonía chavista.

También allí — como ahora — se argumentó y favoreció la acción por omisión como supuesta procuradora de deslegitimación. Sin embargo no fue así y se convirtió en el periodo más productivo del hampa reinante en el propósito de someter a la ciudadanía. Dale que no viene carro.

Ya en fechas más recientes hicimos todo lo contrario. En las legislativas del 2015 los argumentos se multiplicaron por menos uno – o sea se invirtieron diametralmente — y se dijo que a pesar de todas las trabas, las componendas, los abusos, las groseras ventajas, si se defendía cada uno de los votos, se lograría el triunfo. Y se logró.

El chavismo entró en pánico y sonaron la diana que indicaba que era el momento de abandonar las formas democráticas que – mal que bien – hasta ahora habían tratado de sobrellevar en pro de lucir un rostro medianamente potable para la comunidad internacional. Había llegado la hora de mostrarse tal cual es: un movimiento delincuencial que ha tomado el país para beneficio propio y de por vida.

Sabemos lo que vino luego. Nombramientos entre gallos y media noche – para más señas en noche buena — de magistrados que tuviesen aún menos escrúpulos que los existentes, que ya era mucho decir. Inhabilitación de diputados, impugnación de resultados en Amazonas y finalmente la decisión legalmente ilegal de disolver la misma, por un supuesto desacato.

El Maikel desde el TSJ anunciaba con toda majestad que quedaba roto el hilo constitucional y proscritos los derechos civiles, humanos o cualquier otro que fuese necesario para conservar el poder. De allí en adelante incluso la comunidad internacional pudo ver con toda claridad el desfigurado rostro que hasta ahora se ocultaba tras una delgadísima careta democrática.

Más adelante y como si el horror fuese poco, el joven Maduro convoca unilateralmente a una asamblea constituyente que, en contraposición al petitorio de revocatorio ciudadano, se tramitó de forma rauda y veloz, desenrollando enseguida el ministerio electoral, la alfombra roja para su ejecución.

Allí nuevamente el llamado opositor fue a abstenerse y no participar — a mi modo de ver lo más sensato –, pero para efectos de la posición asumida, volvimos a alternar los criterios. En este caso no hay que ser mezquinos en reconocer que el chavismo pagó un alto precio político y la decisión sirvió para abonar el terreno favorable con el que contamos actualmente en el escenario internacional.

Una vez más en la elección de gobernadores se participó – aunque a medias – pero en la de alcaldes nos abstuvimos. Cabe la pregunta entonces ¿acaso es imposible configurar una estrategia política que denote algo más de coherencia? Por supuesto que mi ignorancia en el tema me impide imaginar un plan, pero ¿también le ocurre lo mismo a los que han hecho política durante todas sus vidas? ¿Están tan desorientados como yo o algunos intereses provocan el zig-zag?

Es natural que la angustia se apodere de cada venezolano que formamos parte de ese 85% que quiere un cambio, pero ¿cómo lidiar ante la proximidad del momento político que se nos viene encima en pocos días, con la ambivalencia de criterios que hemos asumido en el pasado y que aún no dan frutos?

Muchos piensan que la oposición – o al menos una parte tan grande como para dar al traste con los planes de salir de esta pesadilla – han estado lucrando de esta situación que tenemos y sus intereses no les permiten ir de frente, como es menester en esta hora crítica. Pero ojo porque la extorsión y la amenaza también pueden ser factor importante. El miedo no está reservado solo para algunos.

El asunto es que la inacción generalmente no activa soluciones. No obstante, si el llamado de la unidad es abstenerse, lo sensato es cerrar filas ante esa posición. Y es que si los partidos no activan a sus cuadros logísticos no habrá el mínimo resguardo del voto a través de sus testigos que velan por el respeto de la votación – al menos en el radio de acción que se abarca –, siendo el escenario perfecto para el último eslabón del fraude: poca abstención y pocos testigos.

Nos guste o no, la acción de la Unidad en el desarrollo del proceso comicial, garantiza un cierto porcentaje de respeto a la voluntad de los votantes. En caso contrario el camino queda libre para que se repita el sainete de la elección de constituyentistas, en donde dicen haber alcanzado más de ocho millones de votos, algo tan escandaloso que obligó a la gente de Smartmatic a cantar fraude endógeno.

Las consideraciones actuales de la Unidad pasan por la falta de condiciones y pulcritud para este proceso electoral… pero es que nunca las hubo, o sea, no parece un argumento ni novedoso, ni contundente.

La otra cuestión es que al estar inhabilitados prácticamente todos los partidos, la eventual elección por medio de unas primarias de un candidato de la unidad, hubiese tenido que usar alguna de las tarjetas que quedaban disponibles, aunque dicho candidato no militase en ese partido específicamente, ya que la propia tarjeta de la unidad ha sido execrada por el nefasto ente electoral.

Una de las tarjetas que podía usar la unidad era la del partido de Falcón, quien hasta el momento que anuncia su candidatura, desconociendo el acuerdo unitario, formaba parte de la mesa de la unidad.

La última y mayor traba es el hecho de que el candidato Falcón, que pretende aglutinar los esfuerzos de la oposición que decida participar, tiene fuerte tufo a chavismo. Mucha gente – quizá demasiada para reconsideraciones  – piensa que Falcón es un candidato promovido y apoyado por el oficialismo.

Puede que tengan razón pero lo cierto es que hasta hace nada hizo vida política en el seno de la unidad. Aunque con ciertos visos de rebeldía, supuestamente era uno de los nuestros. Era considerado opositor ¿Cabe entonces la posibilidad que sean otras razones algo más egoístas las que impidan que los demás partidos lo apoyen?

Por supuesto que los ciudadanos que no estamos ni cerca de los pormenores que se manejan detrás del parabán de la política, no entendemos por qué si Falcón no está suficientemente desmarcado del régimen, fue uno de los flamantes jefes de campaña de Capriles para la campaña electoral del 2013.

¿Radonski fue ingenuo o fue extorsionado? ¿Por qué ahora deja entrever que existe una posibilidad de considerar a Falcón como digno de convertirse a última hora en el candidato de la unidad? Son cosas que no se si se entiendan algún día. Y uno como simple ciudadano se pregunta ¿acaso vale la pena correr el riesgo de tomarle la palabra a Falcón y batallar una vez más electoralmente? Pareciera que en el peor de los casos – triunfando — produciría al menos un reacomodo político, quien sabe si alrededor de gente más decente.

Los civiles no sabemos de armas y por eso buscamos amparo en las soluciones en el terreno pacífico que suponen las votaciones. Hay otros que si tienen las armas y pueden actuar de otra manera, pero los que estamos en el lado del civilismo y no hemos disparado un arma jamás, no podemos cruzarnos de brazos y simplemente esperar que los que ostentan el poder de fuego se les ilumine repentinamente la consciencia y actúen.

Cada quien debe actuar en su área de competencia y me parece que los políticos y la sociedad civil deberíamos tener una forma de sacar el mayor provecho posible de esta elección amañada, en vez de confiar el destino a fuerzas militares propias o extranjeras. Al menos tener una estrategia que produzca costos políticos importantes al régimen que sigan alimentando el expediente internacional.

En todo caso siempre tiene que haber una articulación política bien aceitada si se produce una declaración de principios de las Fuerzas Armadas – que yo particularmente veo lejos – ya que de lo contrario puede ser peor el remedio que la enfermedad, por la tentación que puede significar un país al garete en manos de militares que hasta ahora hayan sido discriminados por el poder.

Falta muy poco para el desenlace de este nuevo capítulo de oprobio que caracteriza el quehacer político nacional y deberíamos tratar el tema día y noche para procurar dar con una posición o una acción que — a diferencia de las veces anteriores — nos muestren al menos una débil luz al final del túnel.

Por ahora parece que el dilema es ¿votamos con asco o botamos con las botas? La cita para lo primero es para este domingo 20. Para lo segundo estaremos convocados implícitamente — si nos abstenemos — a partir del lunes 21. Cualquiera de estas dos opciones que se escojan habrá que asumirlas intensamente porque se nos hace tarde.

Si la decisión es abandonar la ruta electoral como parece, entonces hay que empezar de inmediato el entrenamiento militar, las prácticas de tiro y el estudio de las estrategias de resistencia armada en cada rincón del país. En este caso parece inevitable el blanco o negro. El voto o la violencia. Preparémonos entonces.

Pronto la efectiva miseria infligida por la bancocentrista hiperinflación, minará cualquier rastro de energía para resistir. Es urgente dedicar la poca que quede para votar o botar febrilmente… aunque el resultado no sea exactamente como lo soñamos.

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