La necesaria entrega

En los tiempos que corren estamos sometidos a infinitos estímulos que reclaman nuestra atención. Las redes sociales se han apropiado del quehacer de muchas personas que difícilmente imaginan una vida fuera de ellas. De allí que escuchar se ha vuelto una práctica en desuso.

No diría que antes del maremágnum cibernético no pasaba. Muchas personas mantienen un ruido mental tan alto que les dificulta la comunicación con los demás. Eso siempre ha existido y es uno de los factores que impide la comunicación efectiva. La mente es una distracción tan adictiva como ahora es el Instagram.

Para lograr una comunicación productiva es necesario que los interlocutores estén dispuestos a entregarse. Entregarse refiere a apagar el ruido mental de sus pensamientos para recibir el mensaje que se les envía. Esto parece tan obvio que resulta tonto mencionarlo y sin embargo cada vez es menos común que ocurra.

Apaga la aspiradora.

Cuando conversamos con alguien y no dedicamos nuestro organismo a aceptar el contenido del mensaje – digo organismo porque la comunicación ocurre en varios planos – nunca aprovecharemos completamente el mismo. Es como pretender escuchar el televisor con la aspiradora encendida. Ves la imagen pero te pierdes el audio.

Incluso el ruido o la distracción más sutil es contraproducente. Tener pensamientos que inundan la mente mientras alguien nos desarrolla una idea va en contra del propósito comunicativo.  Corremos el riesgo de perdernos ese giro que con una palabra, oración o gesto, haga que comprendamos a plenitud lo que escuchamos.

Escuchar tiene que convertirse en una acción espiritual para que verdaderamente ocurra una comunión entre los que se comunican o de los contrario será un ejercicio estéril que no lleva a ningún lado. Si nos ubicamos en el ámbito de las relaciones personales, esto nos lleva a un plano crucial para lograr aunque sea tan solo un acercamiento.

Cuando escuchamos como quien oye llover mientras vamos preparando nuestra próxima respuesta, estamos matando la comunicación. No estamos dándole la oportunidad a quien está haciendo su esfuerzo de llegarnos con su idea, a que cumpla su objetivo. Imagina si ambos hacen lo mismo.

No hay tiempo para perder.

Evitar la entrega no tiene ningún sentido y todo será una pérdida de tiempo que no lleva a nada fructífero. Al comunicarnos – si no queremos perder el tiempo inútilmente – hay que entregarse. Entregarse a recibir el mensaje antes de quererlo procesar y contrastarlo con nuestros pareceres. Si esto ralentiza el hecho comunicacional no importa en lo absoluto. No pasa nada. Es preferible lento que inútil.

La riqueza de comunicarnos estará siempre en riesgo cuando no nos entreguemos a escuchar. Puede que el mensaje te indigne, te abrume, te provoque emociones incontenibles, sin embargo si estás en actitud de entrega podrás postergar las reacciones hasta después de que tengas el mensaje. Incluso esto te ayudará a no reaccionar. Siempre será mejor accionar que reaccionar.

Cuando reaccionas no hay nada de tu nivel cognitivo implicado. Reaccionar es una acción automática que el inconsciente dispara sin control de tu parte. Reaccionar es siempre algo viejo, algo usado. Cuando abandonas las reacciones y te tomas el tiempo para accionar, siempre vendrá algo nuevo y fresco.

¿Pero cómo hacer para no reaccionar? ¡Eso no lo puedo controlar! Por supuesto… porque no estás en modo “entrega”. Tu mente que es el mecanismo predilecto del ego está a cargo y cual cancerbero quiere interceptar inmediatamente cualquier señal, palabra, oración o idea que lo adverse. La mente siempre tiene miedo.

La mente que nos separa a todos de todos – cuando en realidad todos estamos conectados con todos – siempre se siente amenazada y su trabajo permanente es hacerte ver las diferencias que tienes con los demás. Aunque estas diferencias sean marginales en comparación a las semejanzas con nuestros congéneres, su trabajo es magnificarlas para garantizar su permanencia.

Los pensamientos como armas del ego.

Lo caótico de los pensamientos es el arma que usa la mente para la subsistencia del ego y al comunicarnos éste lucha por la supremacía ante el interlocutor, evitando que tan siquiera lo escuchemos reflexivamente. Tú no eres la mente. Eres – o debes ser — quien la domina.

Ahora imagina esta situación en una discusión. ¿Serás capaz de apagar tu mente? ¿Podrás apagar tu ego y escuchar? En la mayoría de los casos esto no ocurre ya que desaparecería la discusión de inmediato. En una discusión lo que hay es un campo de batalla campal donde dos o más están tratando de someter al contrario sin tregua.

Es como magia lo que sucede cuando entregamos esa urgencia de dominio y nos damos la oportunidad de recibir el mensaje, aunque esto no implique doblegar nuestros pareceres. Si pensamos bien las cosas, cuando discutimos acaloradamente lo que subyace en la situación es que sentimos un miedo profundo de que hagamos nuestro el mensaje rival. El ego en pánico defendiéndose.

No hay otra forma de comunicarse que practicando esta entrega de nuestra mente, pensamiento y en definitiva del ego. Todo lo demás será fútil, estéril incluso inhumano. Si la naturaleza – o la divinidad – nos dio esta capacidad de crear lenguajes y modos avanzados de comunicación ¿por qué hacerlo a medias o mediocremente?

Cuando logramos entregarnos sentimos una conexión especial, de calidad, incluso sublime, con nuestro interlocutor. Si nos empinamos sobre el alto muro del ego, empezaremos a divisar un jardín florido donde encontrarnos para compartir y crear. Una suerte de edén de donde nacen solo ricos frutos de los cuales disfrutarán mucho los presentes… aunque al final cada quien se deleite con un manjar diferente.

La próxima vez entrégate a escuchar.

¿Te gustó este artículo?

donar-pay-pal

One thought on “La necesaria entrega

Add yours

Leave a comment

Create a free website or blog at WordPress.com.

Up ↑